Antiguas voces llaman

ADAGIO

La noche baja al huerto florecido
donde miro correr el manantial
río gris del olvido,
en la hojarasca rueda
como un largo llorar.

Quiero pensar:
Nada dejamos, nada muere:
la mano amiga y la que hiere
van junto a nuestro caminar.
Tiembla en el agua una flor mustia.
¿En todo ser tendrá la angustia
el mismo trémulo latir?
Quiero pensar, y la vertiente
susurra un cántico doliente:
que todo, todo debe huir.

Sobre los montes vendrá el alba.
Será de nuevo rosa y malva
el agua gris del manantial.
Estaré lejos. Tenue, vaga,
hondo rumor, húmeda llaga,
iré sintiéndola llorar.


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