La ciudad que fue

COMO IR MURIENDO

Ah, soledad, enseñame tu sonrisa olvidada,
muestrame nuevamente tu desvaído rostro,
tu sombra de congoja, tu mano atribulada.
Dime que estoy atada a tu carro de triunfo,
que soy tu prisionera, que voy encadenada.
Házmelo oír muy alto,
que domine el tumulto de otras voces,
que resuene en mi casa
como el rumor rebelde de un mar atormentado.

Así, sabré de nuevo amar tu frío beso.
Será como ir muriendo.

Cuando ansíe su rostro,
surgirá allí tu máscara.
Cuando busque sus manos,
recogeré tan sólo un rocío de lágrimas,
una oscura ceniza, una rosa de escarcha.
Por eso, di muy alto las antiguas palabras.
No intentaré escapar de tus sedientas manos.
Cogeré mi bordón, desandaré mis pasos.

No temas. Te velaré hasta en sueños.
Será como ir muriendo.

No miraré con ojos de mi cuerpo.
Olvidaré la luz de la palabra.
Pero dentro de mí, la espuma frágil,
el mar estremecido, su relámpago,
quedarán míos, puros en mi sangre
y nadie, nunca, apagará su canto.


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