La pasión según San Juan

SEGUNDA PARTE

EL CIEGO DE NACIMIENTO
Conocí los abismos de la noche.
La tiniebla apretada sobre mis ojos muertos;
mas esta noche humana
me es tan desconocida.
Esta noche que crece sobre los corazones,
que ciega los caminos;
este odio anudado, esta absurda ceguera
de no aceptar la luz.
Cuando El puso sus manos sobre mis ojos secos,
cuando se hizo la luz y pude ver el mundo,
iqué gozo inexpresable!
Estuve largos días mirando deslumbrado,
mirando las guedejas de la hierba,
el vuelo de los pájaros,
las nubes, los colores,
las puntas de mis dedos;
aprendiendo los nombres,
conociendo los rostros,
el rostro de mi madre, sus grandes ojos grises.
¿Grises? No, negros. No lo sé.
Todavía confundo los colores.
Y no obstante, todo el deslumbramiento de esa hora
es pálido ante el sol que invade mi alma.
Ahora ya no temo perder mis ojos;
porque tengo otros ojos que ven nuevos caminos,
que se abren sobre mundos que antes no conocí.

LAZARO
Hermano tan amado,
reconozco tu voz.
Como tú, yo también conocí la tiniebla,
esa densa tiniebla que se extiende
más allá de los lindes de esta tierra,
ese profundo túnel misterioso,
angustiante, que nos lleva, cegados,
a una extraña ciudad.
¿Cómo es la muerte?
¡Qué lengua de silencio habla en nuestros oídos!
Sólo recuerdo imágenes.
Un cansancio,
un volver desde un viaje muy lejano…
Mas del deslumbramiento
que, como tú, sentí,
al final de la sombra,
nada puedo decir:
mi boca está sellada.
Sólo sé que mi cuerpo es testimonio
de la resurrección.
Que el amigo adorado, que hoy padece,
al escuchar el llanto de los míos,
lloró también, y como nos amaba,
me rescató a la muerte,
me arrancó de la muerte, mostrando su poder.
¡Volver, nacer de nuevo!
Regresar de la noche,
de su doliente reino.
Conocer el misterio...
Todos querían verme,
pero no se atrevían a acercarse.
Acaso conservaba algo de frío,
algo de oscuro, algo de terrible.
Acaso entre mis labios se apretaban
palabras más que humanas, que hoy no puedo decir.
Ahora yo camino a contemplar su muerte,
con un dolor que abrasa mis sentidos,
con angustia más honda que el soplo del abismo,
mas, con la fe profunda del que sabe
que el dador de la vida nunca podrá morir.

CORO I
Mas yo seré tu muerte, oh muerte.

CORO II
Yo soy la resurrección y la vida.
El que cree en mí
aunque haya muerto vivirá
.

LA MUJER ADULTERA
Como buscan los lobos a su presa,
vinieron a buscarme, ellos, los fariseos,
con aviesa intención:
Querían sorprender al profeta.
Le dijeron:
Maestro, esta mujer
ha sido sorprendida en adulterio.
Moisés en nuestra ley nos ha mandado
apedrear a las tales.
Tú, ¿qué dices a ésto?
El no miró siquiera.
Se inclinó hacia la tierra
y comenzó a escribir.
Después fijó, los ojos en mis acusadores
y dijo con firmeza:
“Que aquel que se halle limpio de pecado
sea quien lance la primera piedra”.
Disimuladamente, uno a uno,
primero los más viejos,
se fueron retirando avergonzados.
Quedó el lugar vacio...
Yo caí de rodillas.
“Mujer — me dijo entonces —,
¿dónde se fueron tus acusadores?
¿Nadie te ha condenado?
Pues yo tampoco te condenaré.
Anda y no vuelvas a pecar”.
Me levanté del suelo
y pude ver sus ojos,
su mirada profunda
tan llena de tristeza,
de indecible ternura.
Entonces, de improviso, sentí brillar el sol.
Jerusalén resplandecía.
Me parecía una ciudad distinta.
Desde el Moriah, desde la torre Antonia,
desde la puerta de Essaú,
un fulgor de oro enardecía el cielo.
El viento me acariciaba dulcemente el rostro.
¡Estoy viva!, — pensaba.
Podría estar deshecha, destrozada,
bajo las piedras de los lapidarios.
¡Estoy viva!
Y la vida cobraba un valor diferente.
Eché a correr como una corza, libre,
ágil el cuerpo, el corazón liviano,
agradecida del profeta,
con un sabor de sol entre los labios.
¡Hace tan poco tiempo!
Ahora, está sufriendo.
Lo matan, porque ellos que condenan
a débiles mujeres
no pueden soportar la fuerza de los puros.
Ellos, que si se encuentran con una pecadora,
se purifican, hacen oblaciones,
ellos son incapaces de vencer su lujuria.
iNo sabe todo el mundo
que el Herodes Antipa
por lujuria entregó
la vida del Bautista?
Ahora, yo los miro desafiante.
Me he encontrado con ellos en medio del camino
y sé que no se atreven a mirarme.
Algunos han venido para azuzar al pueblo,
¡que no desmaye!
que grite las consignas enseñadas.
Y, necios y cobardes,
han venido a insultar
a aquel que ya no puede defenderse.
Yo vine humildemente a entregarles mi vida:
que pudiera mi vida ser tomada
a cambio de su vida;
mi pobre vida rota, destrozada,
a cambio de su vida pura, santa!
Y rieron con odio
y fueron acercándose
para decirme llenos de concupiscencia:
¿Estás enamorada del profeta?
Entonces les escupí a la cara.
¡Esa palabra amor entre sus labios!

UN PASTOR
Al atardecer, toca el pastor su flauta.
Reune a sus ovejas.
Hoy día, sus dedos se congelaron por la muerte
Y su voz se lleno de inalterable noche.

UN JARDINERO
La noche deja su aliento de rocío
sobre las flores fatigadas por el calor del día.
Esta noche, un rocío de sangre viva
cae sobre los corazones de los hombres.

CORO I
Pueblo mío, ¿qué te he hecho
o en qué te he contristado? Respóndeme.


CORO II
Yo te dí un cetro real
Y tú pusiste sobre mi cabeza
una corona de espinas.


UN VENDEDOR DE FRUTAS
Los pescadores cantan cuando tienden sus redes..
Suelo acercarme a ellos, por venderles naranjas.
Los oigo conversar del mar, de sus misterios,
de las noches de viento, de cómo canta el agua.
Hoy están en silencio, deshechos, como muertos.
Vine con uno de ellos, desde orillas del lago.
Es un largo camino.
Yo vine a acompañarlo
porque hoy crucificaron a su amigo:
Uno que, ellos me han dicho, hace muchos prodigios,
y a ellos los hizo pescadores de almas.
Me pasó algo tan raro. Quise comer naranjas.
Estaban duras, negras, y tenían
gusto a sangre y a lágrimas.

UNA LAVANDERA
Siempre lavo la ropa
en hora muy temprana,
cuando sube el ganado
a las colinas blancas,
y van los pastorcillos
rompiendo con su canto
la suave niebla de la madrugada.
Siempre venia Ella
para lavar conmigo.
Venía con el Niño.
Parecía la flor de la montaña.
Parecía una reina, una paloma,
bajo sus manos se endulzaba el agua.
Conversaba de cosas tan divinas
y reía y cantaba,
mientras los dos pequeños,
el suyo con el mío, retozaban,
y se escondían en los matorrales
y tenían la cara rosada con el sol
y sucia y rasguñada por las ramas.
Ahora, a mi me duelen las entrañas,
como si fuera mi hijo:
¡Un hijo es para una más que su alma!
Pienso en Ella, ay! tan infortunada,
ver a su hijo, ver que se está muriendo
y no poder pasarle siquiera un vaso de agua.
La verdad es que los pobres
nunca podemor nada,
Siempre nos han vencido los que mandan,
y jamás nos escuchan:
Tenemos que tragarnos nuestras Iágrimas.
Si hubiera estado mi hijo,
lo habría defendido a puño limpio
y la gente se habría reunido.
Quizás no se atrevieran a cogerlo.

CORO I
Virgen paloma blanca, tiembla tu cuerpo,
heridas van tus alas,
vuelas sobre la noche tenebrosa,
sin hacer ruido, trémula, como una lágrima.


CORO II
Alba en el alba, luz de la mañana,
¿Quién puso en tu blancura
una rosa de sombra, ensangrentada?


LA SAMARlTANA
Señor Jesús, yo vengo caminando,
vengo llorando,
un río son mis ojos;
mi corazón, morada del dolor.
¡Como pudo ser esto!
Me ofrecíste de una agua viva
que calma toda sed. La deseé con ansia.
Vine a buscarla
y te encuentro muriendo en una cruz.
Aquella vez que te dí de beber,
no imaginé tu sed,
esta sed que hoy padeces,
que no conoce dimensión humana.
Ya no basta mi amor para calmarla;
ni el amor infinito de todos ya no basta.
Sin embargo, sufriendo, pereciendo,
no olvides tu promesa,
¡Señor, dame de esa agua!

CORO
Que aquel que tenga sed venga a mí y beba
Yo le daré fuentes de agua viva
que brotarán hasta la vida eterna
.

LA VERÓNICA Y UN GUARDIA DEL TEMPLO
(Entra Verónica corriendo, perseguida por el guardia).

GUARDIA
Soy un guardia del templo.
El Sumo Sacerdote
me encargó que entregaras ese velo.

VERONICA
i Atrévete a tocarlo!
Te quemará las manos como un fuego.
¿Que no tienes entrañas?
¿No sabes que es un justo
el que hoy está muriendo?
Yo le vi caminar, levantando y cayendo,
dejando en cada piedra la huella de su sangre,
soportando en silencio
esa lluvia de látigos y lanzas.
Me acerqué, estremecida, y con mi velo
enjugué las heridas y las lágrimas
del bello rostro de ese nazareno,
y quedó para siempre
grabado en este lienzo.

GUARDIA
Entiéndeme, mujer, yo cumplo órdenes
y tengo que obtenerlo.

VERONICA
Te vuelvo a preguntar si no tienes entrañas,
o si eres muy servil,
o si te vence el miedo,
porque primero,
me dejaré arrancar la piel entera,
antes que me arrebates
éste, que es un recuerdo
y que es también un testimonio
de la maldad humana y la vergüenza.

GUARDIA
Por lo menos, extiéndelo
para que pueda verlo
y decirle a Caifás
que no hay por qué temer
de un simple lienzo.

VERONICA
(Sacando de su seno el lienzo en que están dibujados con
sangre los rasgos de Jesús y extendiéndolo, con gran amor y respeto)
.
Aqui está el rostro del ajusticiado…
Dime, si alguna vez, viste en un rostro humano
tanto dolor, tanto desgarramiento.
(El guardia extiende la mano para cogerlo; pero, al llegar casi a tocarlo, empieza a retroceder y cae de rodillas, ocultando el rostro entre las manos. Los otros personajes se acercan y caen también de rodillas).


CORO I:
Pueblo mío, ¿qué te he hecho
o en qué te he contristado? Respóndeme.

CORO II:
Yo te levanté a gran poderío
y tú me levantaste en el patíbulo de la cruz.
Yo te di a beber agua saludable de la peña
y tú me abrevaste con hiel y vinagre.



TELÓN
Fin Segunda Parte



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