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La
pasión según San Juan
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PRIMERA
PARTE
EL
EVANGELISTA
Como
una brasa, al comienzo inofensiva,
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Como una brasa, al comienzo inofensiva,
empezó a arder el odio
Volvieron las bocas maldicientes
y soplaron, soplaron.
El odio se ensanchó como una hoguera,
como una llamarada
sobre mieses maduras.
La ciudad crepitaba con las voces
deslizadas sabiamente
en el oído de los poderosos.
Este hombre solivianta al pueblo.
Hace prodigios
Destruye nuestra ley
No guarda el sábado.
Quieren hacerle rey
Los romanos vendrán y nos destruirán.
Es preferible que muera un hombre solo
y no perezca la nación entera
En el templo, en las sinagogas,
en las puertas, en los caminos,
- el rumor de las voces
crecía, crepitaba
Enviaban emisarios para tenderle lazos.
Querían sorprenderlo,
condenarlo con sus propias palabras.
Legalizar su odio.
Hacerlo tomar formas de virtud:
de celo por el pueblo, por la ley.
Frente a esta oscura llama del odio desatado,
nacido mucho antes,
creció como un torrente el fuego del amor:
Y otras voces respondieron al odio:
El es un gran profeta.
Es el Mesías
El Cristo que aguardamos.
Miradle: los enfermos se sanan a su paso.
Los humildes se sienten amparados.
Pero el Odio venció
Buscó falsos testigos,
un tribunal inicuo.
Allí se le juzgó.
Y se le condenó...
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